El héroe anónimo

¡Todo es mentira! No hay héroes, no hay hombres especiales que en un esfuerzo sobrehumano son capaces de sacarlo todo de sí mismos y lograr sus objetivos de manera que otro cualquiera no lo hubiera logrado. Si el Cid no hubiera sido magnificado por aquel poema probablemente hoy habría otro adalid hispano medieval. Quien apunta una frase mítica que pasa a los anales de la Historia probablemente sólo estuviera poniendo palabras a aquella idea que campara en miles de mentes. El primero en gritar ¡Basta ya! no es sino probablemente uno más de los cientos o miles de agraviados y sufridos. Pero entra en nuestra naturaleza crear héroes, necesitamos anhelar una perfección, y al no encontrarla la creamos para su adoración. Buscamos iconotipos como Martin Luther King, el Che Guevara, José Antonio, Theodore Roosevelt, Juan Pablo II... pero no buscamos al ser humano imperfecto que hay tras ellos. Sufrían, erraban, padecían y eran tentados como cualquier ser humano, pero eso no nos importa. Nos importa su significado, su gloria, su contexto místico-espiritual antes que las bajunerías de sus fracasos y sus actos inmorales. Pero seguimos con ello, realmente los necesitamos, parece ser. Necesitamos un héroe por Navidad, como desde las primeras civilizaciones necesitaban los suyos (¡Oh, Gilgamesh!)... y como yo, tan insignificante, me veo incapaz de modificar el comportamiento humano simplemente me limito a sugerir el homenaje al héroe desconocido, aquel que día a día, sin grandeza ni gloria, cumple su cometido, con sus alegrías y sus penas, y con la certeza absoluta de saber que nunca va a tener un lugar en la Historia de la humanidad.

Villalobos