domingo, febrero 26, 2006

Marcha Radentski

Hoy nieva... pero nieva de cojones. En esta ciudad (de cuyo nombre no quiero acordarme) pocas veces recuerdo haya caído una así. Intentar comprar el periodo dominical a las 10 de la mañana ha sido un logro (gratificado, por cierto, con un magnífico y cruento libro de fotografías de la Guerra civil) del que casi un servidor no sale, puesto que dos resbalones casi me dejan en el suelo.
Bueno, a lo que iba. Últimamente aunmenta mi pasión por la "música clásica que inunda el alma" como yo interiormente la describo. Cuando uno escucha la Marcha Radentski del bueno de Johannes o el momento culminante de Carmen, el verano de Vivaldi o la apoteosis del himno a la alegría del gran Ludwig Van, como lo conocía Alex, le producen intenciones de salir a la calle, con tormenta de nieve incluida, a mover los brazos armónicamente, saltar entre los coches, cerrar los ojos y disfrutar de la sensación de la pasión que estos señores, muertos y enterrados ya tiempo ha, supieron introducir en esos compases.
Reitero que no debería vivir en una ciudad, el agro sería un escenario más adecuado para mis desvaríos. Por lo menos un escenario más bucólico.

Villalobos

 
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