lunes, febrero 20, 2006

1694, Carnaval

El amanecer de aquel día resultaba prometedor. La encantadora niña sabía que en las fiestas de carnaval podría cumplir su sueño, que quizás para su inmaculada animosidad por fin disfrutaría de su más anhelado capricho. No tardó en saltar del colchón de paja, agarrar un mendrugo de pan y salir corriendo a buscar a sus compañeras para acudir a tal evento, radiante de felicidad. Juntas se encaminaron a la plaza, donde comenzaban los preparativos de las representaciones. Todos los buenos cristianos comenzaban a congregarse, desde los mendigos y pedigüeños ansiosos por sacar tajada para unas cuantas semanas de pitanza, los honrados pecheros ociosos en los sacros días festivos y clérigos satisfechos y panzudos, hasta los más orgullosos y presumidos, honorables señores, vestidos con brillantes y suntuosas sedas dignas de mostrar. La muestra comienza, los volatines inician sus escarceos aéreos con saltos y vueltas a nivel de suelo, equilibrios con pelotas y otros instrumentos y espectaculares danzas atípicas, ante el jolgorioso gentío, festivo y alegre. Pronto la cara de la niñita muestra una radiante e inesperada felicidad ante el hecho de que el acróbata inicia su ascensión por la balconada del edificio hasta alcanzar la tensa cuerda instalada en él a efectos del espectáculo. Posteriormente comienza su equilibrio desde la considerable altura, ante el asombro de todos. Un paso, otro, otro...¡Pérdida de estabilidad por un lado!, retorna tras varios requiebros a una situación más segura... otro paso más adelante, el siguiente... el pie izquierdo pisa en vacío, cayendo tras lo que le sigue el cuerpo. Golpea contra la pared empedrada, quebrando huesos y rasgando tejidos tras lo cual se precipita bruscamente contra el suelo, en una explosión de materia viva y palpitante que se desparrama por doquier. El gentío comenta malhumorado la escasa habilidad del pobre diablo, contrariado por no haber disfrutado de un satisfactorio espectáculo. Mientras, a la pequeña niña se la escapa una lágrima que recorre sus adorables mejillas, alcanzando su radiante sonrisa. Ha cumplido su sueño. Desde hoy, vivirá más feliz en este perro mundo.

Villalobos

 
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