lunes, abril 24, 2006

Alba

"Al-bi-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Al. Bi. Ta."

Te dijo que te quería. Ya habías oído esas palabras y, sin embargo, el abrumador torrente de sinceridad que en este caso las acompañaba devastó tu capacidad de respuesta. La sinceridad es algo siempre sorprendente. Estás poco acostumbrado a sentirla cerca de tí, pero cuando además percibes que te besa en la frente y te acaricia el cuello en lugar de retorcértelo, no puedes sino agradecer la magnífica sensación de bienestar que recorre tu cuerpo.

Con tres palabras, su delicada mano angelical ha sido capaz de retirar tu abollada y perenne armadura. Ésa que a duras penas había soportado golpes de diversa índole yace ahora en el suelo, frustrada por no haber cumplido su cometido ante un oponente tan sencillo. El machete de la ironía, que otras veces había abierto camino entre la espesura, se remueve en el fango, riéndose de sí mismo. Al contemplar tu insegura desnudez la preguntas si se reafirma en sus sentimientos. El hecho de que adorne su insistencia con un generoso ramillete de nuevos e intensos términos florales te asombra aún más. Su insolencia, a medio camino entre la inconsciente infancia y la pícara adolescencia es adorable. Ella es adorable. Cuando, en diez minutos se haya borrado tu sensación de euforia y tu ego regrese al nivel de mantenimiento, creerás que todo ha sido una divertida broma que apilar en tu estantería del recuerdo. Es una niña que no conoce el verdadero valor de las expresiones y las despilfarra en el primer quiosco que encuentra, si el quiosquero es amable y la chuchería sabe bien.

En cualquier caso, la experiencia te sirve para comprobar la funesta influencia de la sociedad en las personas. Dentro de unos años, cuando el látigo del entorno haya abierto heridas profundas en su espalda, ella ocultará tras un pétreo escudo de hipocresía y falacia malsana esa sinceridad, amabilidad y virginal bondad (ya estás convencido de que sólo era eso, pero esa escasa bebida que te ha dejado en el vaso antes rebosante tiene un sabor aún muy agradable cuando pasa por tu garganta). Es el precio que pagas por entrar en la secta. El que no quiso o no tenía dinero para costeárselo está muerto. Así es que, cuando vas por la calle, no ves personas, ves escudos y cadáveres andantes.

Quizá a ella no le ocurra. Ojalá se salve. Seguro que lo harás, Alba, estoy convencido de ello.

Slim

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Really amazing! Useful information. All the best.
»

2:30 p. m.

 

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