
La verdad es que me estoy replanteando el tema taurino... y creo que me voy a sumar a esa costumbre. Eso sí del
lado del toro. ¿Por qué? Porque, amigos mios, siempre intento ponerme a favor de quien creo debería ganar por justicia - por eso el fútbol me la sopla, ambos equipos lo merecen igual -. Tengamos en cuenta que el torero es un chulo de putas resobao por la prensa rosa y la oficial, el cual acude al evento frotándose las manos porque va a ganar una pasta y como mucho el toro le va a restregar un poco por la arena porque el mozo ya tiene a los asistentes para que le espanten al morlaco por si a éste se le escapa la bravura. Sin embargo al toro se le lleva a la plaza forzado - ¿Qué elección tiene? - en un cajón sin luz, se le atonta con drogas o a mamporros y justo antes de salir a la plaza se le pega una buena ostia en los cojones para que el buenazo se cabrée un poco y salga más con genio que con habilidad. De ahí partimos de una diferencia. Y, como ya he dicho, en el momento del enfrentamiento el torero tiene consigo la calma de saber que va a ser socorrido en cualquier momento que la cosa se le tuerza. Por tanto, como yo me pongo del lado del toro, por su lucha a la desesperada y en total carencia de ventajas, creo que sería justo gritar un "¡Oleeee!" cada vez que el torero vuele por los aires. Gritar un "¡Oleeee!" cuando el cuerno penetre por los tejidos blandos hasta quebrar alguna costilla. Y pedir con un pañuelo blanco que al cadáver del torero se le corte la oreja por una bella embestida. Probablemente los aficionados al toreo no me entiendan, pero es que yo tampoco les entiendo a ellos.
Villalobos